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Se denomina residuo peligroso a aquel que contiene propiedades intrínsecas que presentan riesgos para la salud y para el medio ambiente.
Según la legislación española 22/2011 establecida en base a la normativa europea y convenios internacionales, se considera residuo peligroso al residuo en sí, también al recipiente o envase que haya podido contenerlo.[1]
La decisión sobre si unos residuos son peligrosos o no, es propia de legisladores y autoridades públicas. Hay un concepto común que se utiliza para definir las propiedades que convierten a un residuo en peligroso (como el ser inflamable, tóxico, cancerígeno, infeccioso, entre otros). Sin embargo, algunos residuos producidos en ciertas prácticas industriales, o que exhiben determinadas propiedades, pueden estar fuera del alcance de un régimen de gestión de residuos; mientras que otros desechos pueden encontrarse fuera del alcance de la gestión de residuos, pueden ser reguladas por otros regímenes (de aguas residuales; mediante la legislación de aguas residuales, de emisiones de gases industriales; mediante la legislación de control de emisiones, de residuos radiactivos; mediante la legislación sobre radiactividad, etc.). Los residuos industriales peligrosos pueden, básicamente, estar sometidos a la legislación sobre residuos peligrosos, como es el caso por ejemplo, de la UE, independientemente de si se producen en forma sólida, líquida o de lodos.[2]
Ejemplos de residuos peligrosos incluyen relaves mineros, emisiones aéreas desde chimeneas, derrames industriales en cauces superficiales, restos de pesticidas que aún se encuentran en vegetales, así como pinturas, sprays, disolventes, etc.